El tema de castrar o no al gato suele
generar controversia. Es una decisión difícil que los dueños debemos tomar
cuando elegimos compartir nuestra vida con este animal. Suele creerse que si lo
castramos iremos en contra de su naturaleza (y en parte es así) y le privaremos
que goce de su vida sexual. Pero lo cierto es que los animales no viven la
sexualidad como las personas, para ellos el sexo es únicamente un proceso
físico para reproducirse. Así que, de lo único que lo privaremos es de
reproducirse.
Partiendo de esta base, queda en nuestras manos decidir cómo
queremos que se desarrolle la convivencia con el gato durante los próximos años
de nuestra vida. Si decidimos no castrar al animal, tenemos que saber que
varias veces al año el gato o gata estará en celo y ello comportará una serie de
consecuencias que debemos asumir y aceptar.
El período de actividad sexual también depende de varios
factores como la alimentación, la salud o la estimulación por parte de señales
de otros congéneres. Pero lo más determinante es la duración de las horas de
luz y la temperatura.
En Europa central la gata doméstica suele entrar en período
de celo en febrero, junio y octubre. Las de raza tienen el celo generalmente en
febrero y junio. No es posible determinar la fecha exacta, ya que cada raza y
cada gata tienen un ciclo particular.
Durante los días que dura el celo, la gata come menos, se
mueve de un lado para otro, maúlla y frota su cabeza en objetos o personas
conocidas. El día culminante del período (generalmente el tercero) la gata está
más nerviosa, se contorsiona en el suelo cerca de la persona de confianza,
aumenta el volumen y la frecuencia de sus maullidos (para atraer a los machos)
y se lame las patas y los órganos geniales. Cuando se la acaricia, arquea su
parte trasera, baja la parte delantera y patea con las patas posteriores.
Si a la gata en celo se le impide aparearse
durante un tiempo prolongado puede sufrir trastornos hormonales y puede llegar
a desarrollar un celo permanente (cada veinte días), un falso embarazo o
incluso una piometra.
Al contrario que la gata, el macho puede tener el celo en
cualquier momento, no lo tiene en períodos determinados. El gato demuestra que
está en celo dejando salpicaduras de orín de un olor insoportable por toda la
casa, maullando fuertemente, lamiéndose los genitales y moviéndose inquieto. El
gato que no disponga de una gata en celo intentará forzar a gatas jóvenes o
preñadas, incluso a gatitos macho.
La única manera de frenar estas conductas es someter al
animal a una castración.
Concepto de castración
La castración es la extirpación quirúrgica de las glándulas
genitales; los testículos en el macho (castración) y los ovarios (ovariectomía)
u ovarios y útero (ovariohisterectomía) en la hembra. Cuando las hormonas
sexuales ya no son producidas, las apetencias sexuales del animal quedan
suprimidas y por lo tanto, también el celo y el comportamiento que éste
suponía.
Concepto de esterilización
¿Qué es mejor?, ¿castrar o esterilizar?
A pesar de que la castración es una operación sencilla, como
toda intervención quirúrgica, tiene un cierto riesgo, principalmente debido al
uso de los anestésicos. El día de la intervención, el animal debe llegar a
quirófano sin haber comido nada durante las doce horas previas y sin haber
bebido nada las seis antes. La operación en sí sólo dura unos pocos minutos en
el caso de los machos y una media hora en el caso de las hembras.
A todos los machos (salvo complicaciones) y a algunas
hembras se les permite marchar a casa el mismo día de la intervención. A la
mayoría de las hembras se las retiene en la clínica por un período de
veinticuatro horas para asegurarse la tranquilidad de la gata y las condiciones
óptimas de restablecimiento. En cualquier caso, después de la operación, tanto
hembras como machos deben quedarse encerrados en casa durante, al menos,
cuarenta y ocho horas.
La esterilización es una intervención más complicada
y de mayor coste que la castración. Como hemos apuntado anteriormente, la
operación produce esterilidad en el animal pero no cesa la producción de
hormonas sexuales, con lo que no se elimina el comportamiento sexual tan
molesto
El animal no tendrá la necesidad de salir a la calle y se
ahorrará todos los peligros que ello conlleva, como las peleas, los parásitos y
las infecciones (Virus de la Inmunodeficiencia Felina y Leucemia Felina).
Nuestra mascota no saldrá a la calle para satisfacer su
instinto sexual y por lo tanto, no preñará o se quedará preñada y no será la
responsable de traer al mundo a futuros gatos callejeros. Una gata puede tener
de tres a cuatro camadas al año, con una media de cuatro cachorros por camada.
Muchos de estos gatitos acaban viviendo en las calles en pésimas condiciones,
rebuscando en cubos de basura, alcantarillas o incluso en casas particulares.
Se eliminan las molestias de su comportamiento sexual (los
maullidos constantes y agudos de las hembras y el olor desagradable del orín de
los machos). Los gatos castrados resultan ser unos animales más dóciles,
cariñosos y tranquilos, y al contrario de lo que se suele creer, su
comportamiento no varía en otros aspectos básicos (no pierden su instinto de
caza, ni su agilidad, ni su elegancia).
Evita en las hembras el embarazo psicológico, la piometra y
algunos tumores mamarios, y en los machos, tumores testiculares, hernias
perianales, tumores de glándulas hepatoides, tumores de glándulas perianales,
tumores y quistes prostáticos.
¿Cuando castrar al gato?
Al igual que otros asuntos veterinarios, éste es un tema que
genera bastante polémica. Hay veterinarios que aconsejan castrar al animal en
edades muy tempranas (antes de la pubertad) mientras que otros se inclinan a
hacerlo después del primer celo.
Castrar al gato o gata cuando es muy joven tiene
la ventaja de inhibir el comportamiento sexual antes de que se inicie.
Contrariamente, hay profesionales que afirman que para evitar trastornos
urinarios, no se debe castrar al gato antes de que el macho llegue a la madurez
sexual (a los ocho o diez meses). En el caso de las gatas, también es
recomendable llevar a cabo la castración entre los ocho y diez meses de vida, y
nunca cuando el animal se encuentre en período de celo. Aún después de haber
tenido varios partos una gata puede castrarse.
No obstante, la castración se puede realizar en cualquier
momento de la vida del gato o gata.
Dependiendo del gato y de la raza, tras la castración puede
que notemos algunos cambios en nuestro compañero:
Ejercicio y peso: El gato, macho o hembra, tras la
castración, tiene una cierta tendencia a aumentar de peso, llegando a padecer
en muchos casos obesidad. Los cambios hormonales provocados por la
extirpación de los órganos sexuales afectan en la utilización por parte del
organismo de los nutrientes. El animal necesita un aporte calórico ligeramente
menor, por lo que conviene darle menos cantidad de comida o un alimento más
bajo en grasas y proporcionarle el suficiente ejercicio físico. Un animal que
se alimente de forma inadecuada se engordará, operado o no.
Carácter: Después de una castración, el gato solamente
cambia radicalmente aquellas conductas ligadas a sus hormonas. Lo que sí es
posible es que al no tener el instinto de salir de casa en busca de satisfacer
el celo, es normal que el animal se vuelva más dócil, cariñoso y tranquilo.

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